viernes, 31 de diciembre de 2010

Josep Anglada y las películas Disney

Lo sé. Podría escribir una tesis comparativa entre el nivel intelectual de Josep Anglada y el de Mickey Mouse, pero no lo haré. ¿Por qué? Simplemente porque el resultado sería tan aburrido y estaría tan reñido como un partido entre el Osasuna y el Valladolid. Tras el considerable número de votos que obtuvo PxC en las recientes elecciones al Parlament, lo que de verdad me interesa es contarles la irrefrenable pasión que siente el líder populista más famoso de Cataluña por las historias de hadas, de brujas, de enanitos y otros entes mágicos que habitan en universos maravillosos.
Encuentre las 7 diferencias (las orejas no valen)
No obstante, en primer lugar habría que preguntarse ¿aparte de Josep Anglada, quiénes son los mayores fans de películas como Aladdín o La bella y la bestia? Evidentemente, los niños. Millones de pequeños perversos polimorfos, tal y como diría Freud, a lo largo y ancho del globo han pasado interminables horas enganchados a la TV siguiendo las aventuras de sus personajes favoritos. Innombrables son los rostros cuya tez, esbozando una especie de sonrisa hipnótica de satisfacción, ha palidecido suavemente irradiada por los destellos parpadeantes de una pantalla. Algunos de ustedes supongo que, de la misma forma que yo lo he hecho, se habrán preguntado alguna vez porque los niños escogen a Jhon Lasseter antes que las películas de Buñuel. Sencillo. La construcción de un mundo coherente y razonablemente lógico se antoja complicada para nuestros pequeños que, a su tempranera edad, aún siguen desarrollándose como individuos. Perciben la realidad que les rodea como un vago espejismo, incapaces de entender nada de lo que sucede a su alrededor. Sin embargo, hay algo que confiere sentido a su caótica existencia; las películas Disney.
El devoto entusiasmo que sienten los niños por los relatos de una de las factorías de animación más poderosas que existen es, sin duda, fruto de la seguridad que experimentan al visionar este tipo de material audiovisual. Su sencillez, su continuidad y su evidente distinción maniquea de los personajes como prototípicamente buenos y prototípicamente malos brindan la oportunidad a nuestros pequeños protagonistas de entender lo que está sucediendo. De esta forma, podríamos decir que el éxito de historias de príncipes y hadas madrinas no radica en su mágica imaginería, sino más bien en su componente lógico, en la repetición de una estructura elemental y en el llamado happy ending.
Aun así, los niños no son los únicos que demandan seguridad. Muchos adultos, en estos tiempos de crisis, se sienten perdidos en un mundo perverso que les arrastra hacia las más injustas de las situaciones imaginables. De la misma forma que lo hacían sus pequeños vástagos, adultos a los que se les hace difícil articular una existencia más o menos digna dónde habitar se lanzan irremediablemente desesperados en busca de seguridad. Encontrar algo que les proporcione estabilidad y, además, otorgue algo de valor a sus grisáceas vidas. No obstante, ¿dónde van a acudir para satisfacer sus demandas? Pues, evidentemente, se van a refugiar en las historias para mocosos; en los cuentos chinos; en los discursos de Josep Anglada.
La diatriba empeñada por las emergentes fuerzas populistas es una vulgar reproducción de las leyendas Disney. Relatos elementales, directos y estúpidamente sencillos cuyo único objetivo es ofrecer una visión más asequible de la realidad. Palabras que, además de distorsionar los hechos, intentan encender el rencor y la animadversión hacia los malos de la película. Porque ante la difícil tarea de encontrar una cabeza de turco a la que achacar el descalabro económico mundial, Anglada y sus hordas inculpan al diferente, al desconocido, al forastero. De esta forma, por muy funesto que suene, aquellas personas que se tambaleaban en una existencia borrosa y distorsionada tienen la oportunidad de reafirmarse mediante la acusación a los malos, causantes de su triste situación.
"En mitología se estudia un nuevo Dios: Lionel Messi"
Desagradable y penosa coyuntura, se repetirán a ustedes mismos intentando asumir el modo en que tantas personas incurren de forma generalizada en comportamientos infantiles. Sin embargo, para aliviar la fatalidad generada, les diré que esto no es nuevo, que la humanidad lleva cayendo en burdas historietas para mitigar su angustia des de sus albores. Algunos creen en Dios, otros en los goles de Messi y los más desdichados en el fenómeno Belén Estaban. Supongo que todo eso es más fácil que aceptar el componente disparatado e irracional de una vida que, en palabras de Kierkegaard, no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario