Lo sé. Podría escribir una tesis comparativa entre el nivel intelectual de Josep Anglada y el de Mickey Mouse, pero no lo haré. ¿Por qué? Simplemente porque el resultado sería tan aburrido y estaría tan reñido como un partido entre el Osasuna y el Valladolid. Tras el considerable número de votos que obtuvo PxC en las recientes elecciones al Parlament, lo que de verdad me interesa es contarles la irrefrenable pasión que siente el líder populista más famoso de Cataluña por las historias de hadas, de brujas, de enanitos y otros entes mágicos que habitan en universos maravillosos.
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El devoto entusiasmo que sienten los niños por los relatos de una de las factorías de animación más poderosas que existen es, sin duda, fruto de la seguridad que experimentan al visionar este tipo de material audiovisual. Su sencillez, su continuidad y su evidente distinción maniquea de los personajes como prototípicamente buenos y prototípicamente malos brindan la oportunidad a nuestros pequeños protagonistas de entender lo que está sucediendo. De esta forma, podríamos decir que el éxito de historias de príncipes y hadas madrinas no radica en su mágica imaginería, sino más bien en su componente lógico, en la repetición de una estructura elemental y en el llamado happy ending.
Aun así, los niños no son los únicos que demandan seguridad. Muchos adultos, en estos tiempos de crisis, se sienten perdidos en un mundo perverso que les arrastra hacia las más injustas de las situaciones imaginables. De la misma forma que lo hacían sus pequeños vástagos, adultos a los que se les hace difícil articular una existencia más o menos digna dónde habitar se lanzan irremediablemente desesperados en busca de seguridad. Encontrar algo que les proporcione estabilidad y, además, otorgue algo de valor a sus grisáceas vidas. No obstante, ¿dónde van a acudir para satisfacer sus demandas? Pues, evidentemente, se van a refugiar en las historias para mocosos; en los cuentos chinos; en los discursos de Josep Anglada.
La diatriba empeñada por las emergentes fuerzas populistas es una vulgar reproducción de las leyendas Disney. Relatos elementales, directos y estúpidamente sencillos cuyo único objetivo es ofrecer una visión más asequible de la realidad. Palabras que, además de distorsionar los hechos, intentan encender el rencor y la animadversión hacia los malos de la película. Porque ante la difícil tarea de encontrar una cabeza de turco a la que achacar el descalabro económico mundial, Anglada y sus hordas inculpan al diferente, al desconocido, al forastero. De esta forma, por muy funesto que suene, aquellas personas que se tambaleaban en una existencia borrosa y distorsionada tienen la oportunidad de reafirmarse mediante la acusación a los malos, causantes de su triste situación.
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